En un país como el nuestro, donde el paro es un cocodrilo que va devorando las ilusiones de muchos jóvenes, se siente más que nunca la necesidad de destacar si uno quiere tener éxito. A veces, el éxito significa un puesto de trabajo en aquello que nos gusta. Y lo que nos gusta es, evidentemente, los videojuegos.
Basta con curiosear un poco por internet para comprobar cómo los currículos que presentan los diseñadores gráficos son pequeñas muestras de su creatividad, piezas en donde además de aportar la información propia de este tipo de documento, derrochan talento con la esperanza de sobresalir, de impresionar al hombre gris de Recursos Humanos y obtener el preciado puesto de trabajo. Sin embargo, en el campo de los videojuegos, elaborar un videojuego para aspirar a un trabajo se antoja, a priori, exceso… ¿no? Pues no, no para todo el mundo.
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