Hay algunos videojuegos que, por su calidad, suponen un hito en la historia. Y hay otros que, además de por su calidad, perdurarán por siempre en los manuales porque supusieron una revolución. Ése es el caso de ‘The Sims’, un videojuego que inventó un género y un concepto que luego ha dado mucho de sí. ‘The Sims’ hace que el juego sea en sí un juguete, una vuelta de tuerca brillante que, con resultados finales aparentemente distintos, subyace en títulos tales como ‘Nintendogs’ o ‘Imagina ser diseñadora’. Además, los juegos sociales le deben mucho a ‘The Sims’.
Will Wright es el creador de semejante revolución. Intentó provocar un nuevo cataclismo con ‘Spore’. No tuvo tanto éxito pero en cualquier caso el resultado fue interesante y el juego vendió lo suyo (sólo el editor de dinosaurios vendió más de medio millón de copias en la primera semana; repetimos, el editor de dinosaurios, no el juego). Es obvio que Will Wright sabe lo que hace y, en consecuencia, lo que dice debe ser escuchado con atención.
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