Desde las primitivas máquinas recreativas se tuvo claro que uno de los placeres de jugar era ser mejor que los demás. Entonces, si obtenías una puntuación importante, podías grabar con oro tres letras en la tabla de récords. Hoy muchas plataformas disponen de sistemas no mucho más complejos para medir el mérito.

El más popular de estos sistemas es el de logros y puntos de la Xbox 360, que funciona con tanto éxito que la PS3 no tuvo reparos en imitar con sus trofeos.

Hasta la fecha, Microsoft imponía un límite de 1000 puntos por videojuego, 50 por los DLC y 200 para los juegos del Arcade. Pues bien, esta política está a punto de cambiar. Se rumorea que en los contenidos descargables podrán proporcionar hasta 100 puntos y los juegos del Arcade hasta 400.

Los logros son un invento aparentemente absurdo y tonto pero que, sin embargo, generan un entusiasmo primitivo y sincero en todos los jugadores. Incluso en aquellos que van de sobrados y maduros y aseguran que les da igual. A nadie le da igual, nadie se compre una Xbox 360 porque le den igual estas cosas.

Además de ser una escala por la que puedes medir tu capacidad con tus amigos y rivales, los logros también proporcionan desafíos que alargan la vida del juego y aportan variaciones inusitadas. Valga recordar ese logro legendario del ‘Left 4 Dead 2’ de hacerte la fase de la feria llevando el Gnomo Chompski hasta el final. Una tontería. Una genialidad. Y además, como premio, te regalaban para el avatar una camiseta de Depeche Mode, ¿puede haber algo mejor en esta vida?